Ofrecer en estos tiempos un empleo, es otorgar un privilegio. Es brindar una distinción y ayudar a alguien a satisfacer muchas de sus más apremiantes necesidades; principalmente económicas y de autorrealización. Pero por cada 100 personas que envián su currículum en la busca de una oportunidad, se llena, a lo sumo, el perfil de 1 nueva vacante. Conseguir empleo es una actividad complicada y hasta de alto riesgo. Afecta en la autoestima, confianza y seguirdad de quien va de escritorio en escritorio contando sus hazañas y teniendo que confesar o "disfrazar" sus fracasos y sinsabores, en miras de agradarle a un extraño para intentar ser seleccionado. Así que si tiene empleo y no le gusta, no lo conserve; permita que sea otra persona quien ocupe su lugar. Alguien que pueda disfrutar de las actividades que realizará; que se sienta agradecido porque fue, entre muchos, elegido; que su sueldo le resulte una bendición y esté conforme con el horario, el carácter de su jefe, con sus compañeros y el ambiente de la empresa. Permanecer en un lugar que no le gusta o en el que no le brinda el trato, posición o sueldo que cree merecer, no es justo para nadie, ni siquiera para usted mismo. Conservar un empleo por conveniencia, por no arriesgarse o por miedo a no encontrar algo mejor, es una manera de traicionarse a sí mismo, de defraudar a la empresa en la que labora, pero también de perjudicar a la sociedad completa, al país entero. Si usted le pagan el sueldo que le prometieron; si desempeña las funciones que le ofrecieron al iniciar la prestación de sus servicios; si no dobla turnos, ni trabaja los fines de semana, ni aguanta descalificaciones o maltrato, bien podría dar gracias al cielo por la oportunidad que tiene y que otros anhelan. Permanecer en un sitio deseando que fuera otro, es hacerse tonto a sí mismo. Fantasear con actividades, sueldos y posiciones jerárquicas que nunca le ofrecieron, es un autoengaño que sólo le traerá frustraciones. Se convertirá -sin darse cuenta- en un boicoteador, no sólo de la compañía, sino también de sus cada vez más escasas probabilidades de ascenso. Personas así son nocivas para el ambiente laboral; consciente o inconscientemente saborean la posibilidad de progreso de la empresa misma. Todo critican, nada valoran y juegan el papel de víctimas. Son los "pobrecitos" no comprendidos que nadie les agradece el favor que creen que le hacen a la organización con su presencia. Si no le gusta su empleo, por favor... ¡Váyase!. Tenga el valor de renunciar e irse. Pero si decide quedarse por los motivos que sean, asuma la responsabilidad que esto conlleva y desempeñe su posición con convicción, entrega y alegría. Si se queda, no importa el motivo, hágalo sabiendo que las cosas no serán como usted quisiera. Que no es usted quien manda, ni quien decide lo que es importante de lo que no, ni cuánto debe ganar, ni cuáles son las funciones que deberá realizar. Asuma de una buena vez su papel y su lugar en la empresa, pero si nó puede o nó le gusta, váyase a donde sí lo valoren y lo merezcan. Créame, habrá muchos que se lo agradezcan. Por Graciela Ríos Cantú, autora del libro "¿Cómo conseguir triunfadores para tu empresa?". | ||