Eran esos años de gran turbulencia por la Segunda Guerra Mundial y por la persecución nazi que obligó a Jorge y a seis de sus colegas a abandonar Suiza. Jorge, a diferencia de la mayoría que emigró a los Estados Unidos, aceptó un cargo en Ecuador, como jefe de un departamento de química. Se embarcó a La Habana, en donde tendría que esperar para llegar a su destino; afortunadamente su barco no llegó. El gobierno cubano de entonces autorizó que los refugiados pudieran trabajar en la isla, de ahí que Jorge decidiera quedarse y aceptar un empleo en una empresa farmacéutica en Cuba. Su enorme ingenio y tesón produjeron resultados importantes. Debe recordarse que por la guerra la disponibilidad de compuestos químicos era muy escaso: ácido clorhídrico, ácido sulfúrico, benceno y etanol. ¡Vaya, Rosenkranz tenía que sintetizar hasta su propio éter! Entre otros éxitos comerciales, logró crear compuestos liposolubles con sales de bismuto para males venéreos, así como un poderoso cocktail analgésico, todavía hoy de uso en la isla. Ahí se mantuvo interesado en la fabricación de hormonas esteroides que ya se revelaban esenciales para funciones fisiológicas claves como el metabolismo intermedio, el crecimiento y la reproducción humana. Esa experiencia denota el comienzo de una carrera ascendente, y por demás exitosa, como científico y hombre de negocios. Cabe referir que el Dr. Russell Marker, de la Universidad Estatal de Pensilvania, buscaba afanosamente ciertas plantas que podrían ser fuente abundante y fácil de procesar, de materias primas para obtener esteroides. Una planta silvestre en México, conocida como cabeza de negro, resultó ser un gran potencial para obtener una sapogenina, llamada diosgenina. En uno de sus viajes a México, Marker obtuvo 10 toneladas de esa raíz para obtener 3 kilogramos de progesterona. Encontró como socios a los doctores Emeric Somlo y Frederick Lehman que culminó con la creación de Syntex. Esa alianza generó esperanzados resultados, pero no duró mucho tiempo, por lo que hubo que buscar nuevas capacidades para continuar con el proceso. Somlo y Lehman supieron del trabajo de Jorge Rosenkranz y lo hicieron venir a nuestro país. La cita se dio el 6 de agosto de 1945, precisamente el día del bombardeo a Hiroshima. Rosenkranz se enamoró de México. Después de algunas vicisitudes la nueva alianza prosperó lo que significó a Jorge una participación en las acciones de Syntex. El mismo señalaría: "estaba decidido a convertir a Syntex en la Dupont de México". En Syntex se rodeó de jóvenes talentos, entre ellos Alex Zafaroni y Carl Djerasi. El nuevo equipo sintetizó una sustancia estrechamente vinculada a la testosterona para luego fabricar las hormonas estrona y estradiol. A partir de estos compuestos se desató una carrera con laboratorios americanos para sintetizar cortisona que culminó en 1951. El Harper´s Magazine señalaba: "son las mentes grandes y no los inflados presupuestos para la investigación, las que conducen a grandes descubrimientos".
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Dinero plástico, sólo dale forma. | Syntex, un ejemplo a seguir (segunda parte)
La química, de aplicación universal.
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